¿Cómo aprendemos a amarnos a nosotros mismos?
Como casi todo lo demás: experimentándolo.
Es decir, otro u otros tienen que amarnos para poder sentir lo que es el amor hacia nosotros mismos. Ocurre desde el principio, desde que somos bebés.
Los papás, los abuelos, los tíos, los primos, los profesores, los amigos, los vecinos íntimos... Todo lo que nos van diciendo sobre nosotros, las acciones que hacen hacia nosotros, el afecto que nos dirigen, es lo que va configurando la experiencia del amor.
Si tenemos la fortuna de nacer en una familia con unas emociones saludables, nos resultará fácil aprender sobre amar y el amor.
Si no es así, deberemos esperar a ser mayores, caernos y levantarnos cien veces, hasta que el deseo de mejorarnos sea tan intenso que busquemos al amor, a nuestro propio amor.
Sin embargo, ¡es tan fácil amar a un niño!
Tierno, inocente, alegre, generoso, sabio. Sí, sabio, porque los niños pequeños están conectados con su cuerpo, con los procesos naturales y saben más que muchos adultos. Cuando un niño no quiere comer más, y los adultos le obligan, tantas veces acaba con dolor de tripa...Eso es porque el niño sabe que no debe comer en ese momento. Pero el adulto lo ve como una rebeldía, como una desobediencia, y dale que te pego, hasta que al final, vomita.
Pero hablábamos de amor.
Amar es aceptar al otro exactamente como es ahora, sin importar lo que no nos gusta.
Amar es confiar en el otro, sin medida, a ciegas.
Amar es comunicar, con claridad.
¿Qué tal si nos lo aplicamos a nosotros?
Dejar de culparnos por mil cosas, sentir indiferencia por lo que no nos acaba de gustar de nosotros, confiar en nosotros más que en ninguna otra persona o cosa. Decirnos lo que queremos de verdad, ser sinceros.
Así comienza a germinar la semilla del amor.
¿Qué tal una cita contigo mismo o misma?
Para conocerte mejor, para darte un placer o una delicia, para cuidarte por dentro y por fuera.
Suena extraño, sí. Pero ¿quién es la persona con la que convivimos las veinticuatro horas del día, incluso durmiendo y soñando? Pues sí, con nosotros mismos.
Por eso esa es la relación que hay que cuidar más, porque es la más próxima.
Cuando hacemos eso por nosotros, hacerlo por aquellos a los que también amamos, no es que sea más fácil sino que es más auténtico.
Además, si recordamos la secuencia pensamiento-sentimiento-acción-resultado, cuando comenzamos a decirnos cosas verdaderas sobre nosotros, cuando nos alentamos en lugar de criticarnos, cuando nos impulsamos a pesar del miedo, esta cadena se transforma, y nosotros con ella.
Siempre estamos a tiempo de cambiar de dirección, siempre estamos en el punto perfecto para llegar desde donde estamos, a donde queremos llegar.
Sólo hace falta darse cuenta, tomar consciencia y decidirnos a actuar.
Nuestra vida es exactamente como permitimos que sea, por duro que parezca.
La mente está para servirnos, ¿vamos a tomar las riendas oseguiremos dejando nuestro destino en manos de las ideas de los demás?
1 comentario:
Estupendo Susi, por un momento al leerte te he sentido muy cerca. Son tantas las verdades que comentas,que eres maravillosa.
Besitos
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