CÓMO FUNCIONA LA MENTE

Las últimas investigaciones apuntan a un efecto real y específico, de las emociones sobre el ADN de nuestras células


Que los científicos (algunos) afirmen que las emociones modifican el ADN celular, es un avance increíble (aunque deseable) para la asunción de que no somos seres indefensos ante las situaciones de la vida, sino que forjamos nuestro destino con nuestros pensamientos y sentimientos.
Para la superación de enfermedades, resulta de incalculable valor, pues la metástasis ya no es incontrolable, sino que puede ser innecesaria si modificamos las emociones que la provocan (además de otros factores).
Es un paso adelante muy importante en este siglo, que ha de ser el de la verdadera iluminación, la comprensión de que somos responsables al cien por cien de lo que nos sucede. Un pensamiento muy difícil de comprender y de asumir pero que puede proporcionarnos la libertad, de la que tanto se habla y espera.

El instinto de conservación
La verdad es que somos verdaderamente conservadores y es por eso que nos cuesta tanto cambiar.

No importa que las ideas políticas que ostentemos sean de lo más liberales. Seguramente para abandonar hábitos que nos perjudican, nuestro instinto de conservación de las pautas ya existentes, sea tremendamente fuerte y nos impida cambiar.

Dicen los estudiosos del cerebro que hacen falta al menos, 21 días seguidos practicando una nueva pauta, para que se consolide. Yo creo que hace falta más. No días, sino trabajo mental. un trabajo que analice que es lo que obtenemos (aunque nos perjudique) al seguir con esa acción (que puede ser externa o interna) porque no hay nada al azar en nuestras elecciones, siempre hay un motivo para elegir eso concretamente y no otra cosa.
Redefinir esa situación y tomar consciencia de aquello de lo que estamos huyendo y confiar tanto en nosotros, que nos sintamos valientes para enfrentarlo.
Cuesta cambiar, por el instinto de conservación y por otras cosas, que iremos viendo...



Tenemos un cerebro global, que funciona en equipo. Somos nosotros que lo vivimos separado. Desde Descartes y su cartesianismo, las generaciones han ido repitiendo esta forma del ver el mundo: cuadriculada. Sin embargo, la vida está toda ella conectada, no hay nada separado de la influencia del resto de la existencia.

La máxima ecologista "visión global, acción local" se aproxima bastante a la forma como hemos de vivir nuestra mente. El pensamiento, las palabras, las procesa el hemisferio izquierdo. Las emociones, el hemisferio derecho. Cuando hacemos afirmaciones estamos imprimiendo una actitud y una dirección a nuestra mente. pero para completarlo, debemos también usar las imágenes (visuales, auditivas y de sensación) para que esa actitud y dirección se refuerce con sentimientos.

Soy fuerte, soy valiente, soy capaz y a la vez sentirme poderoso, en la cima de una montaña, la brisa agitando mis cabellos, el sol iluminando la distancia, el horizonte abriéndose ante mis ojos...
Es entonces cuando el cerebro trabaja entero y los resultados...¡mucho mejores!




Realmente la mente trabaja las 24 horas del día, incluso cuando dormimos los sueños son la forma de trabajar de la mente.
Bueno, es como el cuerpo, que también trabaja incansablemente durante todos los días de nuestra vida.

Parece extraño que la mente se pueda controlar, es decir, que voluntariamente la mente haga lo que nosotros queramos. Los pensamientos van y vienen y parece que no responden a nuestras órdenes. Estamos inquietos, desasosegados, y por más que nos decimos que queremos calmarnos, la calma no llega. Tenemos que concentrarnos en una tarea importante para nosotros y los pensamientos se van a otros caminos y por más que deseemos concentrarnos, no lo conseguimos.

Sin embargo es cierto que la mente puede controlarse, es decir, que yo puedo elegir por los derroteros que quiero que vaya. Pero necesita de entrenamiento, de mucha práctica consciente. Es muy similar al entrenamiento físico: si queremos estar en forma y dominar nuestro cuerpo para que haga aquel ejercicio que deseamos, hay que repetir una y otra vez los movimientos hasta que se vuelven automáticos y fluyen con naturalidad y maestría.
En estas páginas iremos desgranando algunas de las muchísimas técnicas mentales para que podamos hacer gimnasia mental y progresar considerablemente.

Ya sé que cuesta de habituarse a seguir unas costumbres mentales. Pero no importa, la perseverancia a pesar de las dificultades nos conducirá a implantar esos hábitos tan necesarios.

Yo he encontrado tres modos:  

El modo normal. Esto es dedicar unos minutos por la mañana, otros por la tarde y finalmente otros por la noche, al trabajo mental. En total, unos treinta minutos por día. Este trabajo se refiere a analizar lo que nos ocurre, decirnos lo que necesitamos oír, visualizar aquello que deseamos, llevar nuestro diario -que aunque se llame así no ha de escribirse diariamente-, revisar nuestro mapa del tesoro, leer párrafos de libros que nos conmueven...

El modo mini. En esta modalidad los minutos que se dedican no son más de diez a lo largo del día. De manera que tendremos que elegir cuál de las tareas mentales nos es más necesaria en ese momento.

El modo micro. Como bien dice su nombre, quiere decir dedicar no más de tres minutos al día al trabajo personal. Desde luego es poco, pero vale más que nada y sobre todo porque así nos habituamos verdaderamente a tener una línea de pensamiento siempre abierta a quienes somos y a cómo nos afecta lo que vivimos. La costumbre de tener cuidado de nosotros mismos se va afianzando y se convierte en permanente.

Los que estudian el cerebro, descubrieron hace ya tiempo que para que un hábito se establezca, son necesarios 21 días seguidos de practicarlo. Si se interrumpe, el hábito se funde en la nada. Esto explica por qué muchas cosas a las que queremos acostumbrarnos nos resultan díficiles de alcanzar. Practicar cualquiera de la modalidad de trabajo personal ayuda durante esos primeros 21 días a que el programa mental se instale para siempre. A veces parecemos el hardware y el software de los ordenadores, pero es un símil que muchas veces funciona. Así pues, cuando instalamos un programa informático debe hacerse de principio a fin, sino se queda sin instalar. De igual modo, si instauramos un hábito unos días pero lo hacemos a días aleatorios, nunca quedará instalado. Cuidemos pues cómo, cuándo y qué deseamos instalar en nuestra mente.


Nuestra mente, que nunca para, necesita de objetivos hacia los que dirigirse, un capitán que le señale lo que tiene qué hacer y cómo hacerlo.

Pero nosotros estamos ocupados intentando sobrevivir, y abandonamos nuestro puesto.
Así que, aquello que ya hemos vivido ocupa nuestro lugar y comanda nuestra mente. Por eso siempre se repiten las experiencias, los errores, los problemas...

Sólo nos quejamos al sufrirlo, pero no reconocemos que es total responsabilidad nuestra.
La mente trabaja FOCALIZADA. Si tú no le señalas el foco, cualquier foco ya utilizado, tomará tu sitio.
Las emociones necesitan que uses su PROPIA LOGICA, que no es la que nos enseñaron en la escuela. Mientras utilices el raciocionio, tus emociones no te harán ningún caso.